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Google X: Los hijos del laboratorio secreto

Algunos de los productos y servicios más innovadores que llevan el sello de Google han nacido en este cuartel, en el cual conviven desarrolladores, ingenieros y especialistas provenientes de diversos campos. El automóvil de conducción autónoma y las gafas inteligentes más célebres dieron sus primeros pasos en Google X. Allí también avanzan en la creación de lentes de contacto tecnológicos, ya lanzaron globos para llevar conectividad a regiones sin Internet y también investigan el desarrollo de drones voladores. Además, un culebrón que tiene como antagonista a Amazon, firma que se ha llevado a uno de los hombres más fuertes del reservado laboratorio de Google.

Google es una firma inconformista: no se contenta con haber convertido su nombre en el sinónimo contemporáneo de la búsqueda, tampoco con el buen tino con el que ha timoneado a YouTube, portal que compró en 2006 y que ha llevado de la mano hasta el trono en el reino de los videos en línea. Larry Page, uno de sus fundadores, dijo en una entrevista a Wired que “confía en que sus empleados desarrollen productos y servicios que sean diez veces mejores que los de la competencia”.

En tanto, nadie se extraña al encontrar el nombre de Google al tope de los rankings que catalogan a las compañías más exitosas en la escena global. En su recuento del año 2014, Interbrand ubicó a esta compañía en el segundo puesto en su listado de las marcas más valiosas del mundo, sólo por detrás de Apple, y superando a otros pesos pesados del cosmos empresarial, tecnológicas como IBM, Microsoft y Samsung, y no tecnológicas como Coca-Cola, Toyota y McDonald’s.

“Google persigue en forma agresiva una amplia agenda de mercado y, a medida que continúa creciendo más allá de los mil millones de usuarios, su fuerte posición parece segura. Más allá de que sigue siendo conocida como el paradigma de las búsquedas, la empresa continúa invirtiendo generosamente en investigación y desarrollo (R&D) y avanza en tecnologías disruptivas”, señala Interbrand refiriendo al desempeño de Google, con un incremento del 15 por ciento en relación al informe de 2013, alcanzando una valoración superior a los 1000 millones de dólares. La metodología emprendida por Interbrand para establecer el mencionado ranking puede ser consultada en este enlace.

Los drones sobrevuelan los laboratorios de Google X.
Los drones sobrevuelan los laboratorios de Google X.

A la hora de hablar de la valoración de la marca Google, Interbrand no restringe su mirada a los servicios más reconocidos de esta compañía (triada compuesta por el buscador, YouTube y Android); habla también de proyectos espaciales, vehículos que se conducen sin la presencia de un ser humano al volante, gafas futuristas, cucharas anti-temblores, iniciativas para llevar Internet a regiones del mundo sin conectividad, investigaciones en el campo de la inteligencia artificial y una activa participación en el sector de la salud, entre otras incursiones e inversiones. La gran mayoría de aquellos desarrollos tienen una cuna: hablamos de Google X, el laboratorio semi-secreto de Google, el cual les invitamos a espiar en este repaso.

Los hijos de Google X

Los titulares de prensa añoran ser la mejor de las carnadas para el cardumen del lectores que bucea las aguas virtuales. En ocasiones, aquella pretensión empuja a falsear. Debo confesar que en este repaso he caído parcialmente en aquella tentación: Google X no es exactamente un laboratorio secreto al estilo novelesco o hollywoodense, aunque sí es posible definirlo como un claustro semi-secreto o, mejor, discreto. Un laboratorio secreto que se precie de tal, no devela su ubicación espacial en Wikipedia. En la enciclopedia online se detalla que Google X se encuentra en media milla (1 kilómetro, aproximadamente) de Googleplex, los cuarteles centrales de la compañía en Mountain View, California.

Según se describe en una completa entrada publicada en Bloomberg Business Week en torno a este espacio de investigación y desarrollo, Google X es “una gigantesca fábrica de apuestas científicas que requieren enormes cantidades de capital, saltos masivos de la fe, y la voluntad de romper conceptos (…) un laboratorio cuyo objetivo es desarrollar tecnologías más propias del argumento de ‘Star Trek’, que de los productos que típicamente pueden satisfacer las demandas a corto plazo de los accionistas de Google”.

Un anuncio reciente entrega plena actualidad a ésta, nuestra mirada que sobrevuela los pasillos de Google X. En una conferencia organizada por The Wall Street Journal, Andrew Conrad, jefe del área de investigaciones científicas de Google X, divulgó que trabajan en el desarrollo de una píldora que, desde el interior del organismo, se vincula con un dispositivo wearable siendo capaz de detectar diversos tipos de enfermedades. La misma cuenta con nano-partículas imantadas y proteínas, permitiendo a profesionales de la medicina conocer de un modo innovador los males que pueden aquejar a sus pacientes y, en tanto, anticipar tratamientos. Entre las ventajas de esta iniciativa, aún en su etapa germinal, es posible destacar la siguiente: este mecanismo de diagnóstico no requiere grandes infraestructuras, hecho que permitirá aplicarlo en cualquier región del mundo sin la necesidad de contar con las maquinarias de los grandes laboratorios. Sólo requiere que el paciente ingiera la “pastilla inteligente” para estudiar eventuales enfermedades o carencias de orden nutricional desde el mismísimo interior del organismo. ¡No es ciencia ficción!

Google prepara una píldora capaz de detectar enfermedades.
Google prepara una píldora capaz de detectar enfermedades.

Ahora bien, toda leyenda tiene su origen, incluso las más pequeñas. La historia cuenta que en 2005, poco más de seis años luego de la fundación de Google, el camino de Larry Page se cruzó con el del profesor y especialista en inteligencia artificial Sebastian Thrun. En una muy interesante entrevista (en inglés) publicada en Foreign Affairs, Thrun da cuenta de su acercamiento y posterior amistad con Page, de su incursión en un joven Google Street View y de su interés en el desarrollo de vehículos de conducción autónoma, área que hechizó particularmente al hombre de Google. El académico alemán fue fichado en 2010 para comandar la investigación y posterior desarrollo de un automóvil capaz de avanzar sin la participación directa de un ser humano; así nació Google X.

A mediados del año en curso, tal como informó Forbes, Google presentó un prototipo de su self driving car. El vehículo, en calidad de concepto, no incluye volante, freno, ni acelerador. El arranque y la detención de la marcha corre por cuenta de un botón. Si bien desde Google hicieron hincapié en la seguridad que propicia este vehículo (“cuenta con sensores que eliminan los puntos ciegos y pueden detectar objetos a una distancia mayor a dos canchas de fútbol en todas las direcciones, lo que es especialmente útil en calles muy transitadas con muchas intersecciones”, señalaron desde la firma) he oído decir que esta incursión también apunta a otra realidad: más tiempo de navegación y uso de los servicios de Google, gracias a la extensión del tiempo libre de los usuarios que, en viaje, ya no precisarán prestar ojos al camino. Considero descabellado establecer aquella motivación como cardinal, aunque para Google podrá será un beneficio colateral.

Google X no es sólo conducción autónoma. Aquel claustro que es especialmente supervisado por Sergey Brin, otro de los fundadores de Google, es también la cuna de las tan mentadas Google Glass. Para desprevenidos, se trata de las gafas inteligentes que llevan el sello de los de Mountain View e, incluso antes de su disponibilidad general, se han convertido en un paradigma en este segmento de los wearables. Si bien ya se venden en Estados Unidos por 1500 dólares, se esperan anuncios en 2015 en cuanto a su comercialización a nivel global, ya por fuera de la etapa beta, además de una reducción en su valor de venta. Un interesante enfoque en torno a este producto bien tildado de “futurista” fue realizado por Ivana Nazareno en esta nota publicada en DattaMagazine.

Sergey Brin vistiendo Google Glass.
Sergey Brin vistiendo Google Glass.

Fue Brin, precisamente, quien contrató los servicios del ingeniero Babak Parviz, quien se puso al frente de este proyecto y también del desarrollo de Google Contact Lens. Esta última incursión se anota en el terreno de la salud: se trata de lentes de contacto inteligentes especialmente destinadas a pacientes diabéticos, capaces de monitorear niveles de glucosa estudiando las lágrimas del usuario y enviar información a dispositivos externos. En el marco de este desarrollo, el pasado mes de julio Google anunció una sociedad con Novartis, en particular con la división oftalmológica de aquella empresa. El director general de la farmacéutica con sede en Suiza, dijo a la agencia de noticias Reuters: “Estamos encantados de poder asociar nuestros conocimiento biológicos con su tecnología de punta para poder dar respuesta a las necesidades médicas no satisfechas”. Agregó que la aparición de este implemento no ocurrirá “de la noche a la mañana”.

Google Contact Lens, pensadas para pacientes diabéticos.
Google Contact Lens, pensadas para pacientes diabéticos.

Una nota de color enlaza los nombres de Google y Amazon. A mediados de año, el mencionado Babak Parviz, considerado el “padre de las Google Glass”, abandonó el secretismo de Google X para pasar a las filas de la compañía que dirige Jeff Bezos, una empresa que también incursiona en el desarrollo de hardware y que, aunque con paso fallido, ha mostrado algunos productos innovadores, como Fire Phone, a los cuales Parviz podrá aportar su vasta experiencia en realidad aumentada.

Tal como repasamos en esta nota, Contact Lens no es la única participación de Google en el campo de la salud. El interés en este área también se hace patente en una reciente compra emprendida por los de Mountain View. Según contó la firma en esta entrada, Lift Labs se une a Google X para seguir desarrollando en aquel favorecido contexto una cuchara útil para personas que sufren Parkinson, la cual cuenta con una serie de sensores en el mango capaces de compensar los temblores y mantener estabilidad.

A este laboratorio que algunos llaman “clandestino” y que, más ajustadamente, podemos definir como “reservado” en las etapas preliminares y medias, también responden Project Loon, una iniciativa que, mediante globos aerostáticos, procura llevar Internet a regiones sin conectividad (más detalles pueden ser consultados en este video); y el recientemente divulgado Project Wing, un trabajo de Google inmerso en el desarrollo de drones voladores los cuales, a diferencia de los de Amazon, avanzan con el ánimo de entregar productos como agua, comida, vacunas y elementos de primeros auxilios a regiones poco pobladas y/o de difícil acceso (más detalles pueden ser consultados en este otro video).

En definitiva, siguiendo lo señalado en el sitio TicBeat, “Google X es, posiblemente, el mayor y más caro ejemplo de pensamiento a largo plazo de la historia empresarial (…) una apuesta por la innovación disruptiva sobre la incremental que el entorno académico no puede realizar por falta de fondos e incentivos, y otras grandes empresas se niegan a realizar por aversión al riesgo”. En esta línea, tal como anota Interbrand en su descripción relativa al gran desempeñó de la polifacética Google, aparecen declaraciones del propio Larry Page: “Si no hacés algunas cosas locas, entonces estás haciendo cosas incorrectas”.

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