Macetas que se riegan solas, una cama cuyas sábanas se acomodan en forma automática sin intervención directa del usuario, una taza con hélice en su interior para no tener que mezclar el café, y un cepillo dental que coloca la pasta por su cuenta. Éstos y otros inventos (Google incluido) que confirman la idea de quienes dicen que el avance tecnológico nos ha vuelto un poco más vagos.
En alguna ciudad del mundo, digamos que hacia el año 2021, nuestro conejillo de indias repasa las noticias mientras su vehículo avanza por cuenta propia, sin intervención al volante. El coche de acomoda dentro del garaje en el edificio de oficinas. Antes de subir al ascensor, este hombre solicita mediante una app un servicio de lavado de coche a domicilio. Sube.
No debe introducir una llave; la puerta de la oficina se despliega al detectar el código que nuestro conejillo lleva en una pulsera y que opera en forma inalámbrica. Para ser justos con el avance tecnológico, para esta escena no hay que moverse hasta el 2021. En ella aparecen los automóviles autónomos, ya en desarrollo; aplicaciones que permiten pedir que laven nuestro coche dondequiera que se encuentre, como Spiffy o Washos; y wearables que ya se comercializan en el mercado y que permiten, entre otras funciones, abrir las puertas de casa, del trabajo o las del auto.
Éstas y otras promesas echan más leña al fuego de un debate que no es nuevo: ¿las soluciones tecnológicas nos han vuelto más perezosos?, ¿o acaso el tiempo que ganamos gracias a estas nuevas herramientas nos permiten emplear los minutos en otros asuntos, acaso más fructíferos que limpiar el coche? Como siempre ocurre en este tipo de polémicas, la respuesta será dada por el uso. En particular, no creo que haya nada malo en el hecho de que Google nos entregue respuestas en un par de clics; dependerá de quien busca qué es lo que hace con las respuestas obtenidas. Tampoco creo que por viajar en coches autónomos vayamos a convertirnos en seres perezosos y desganados. Eso sí: acaso con el tiempo el ser humano olvide habilidades como la conducción, de un modo similar a cómo en la actualidad se han perdido las aptitudes para la letra manuscrita.
Apartándonos brevemente de este debate, repasaremos en lo que sigue una serie de soluciones tecnológicas que sin dudas son ideales para los más vagos. Un buen ejemplo son las macetas que se riegan solas; si bien existen varios modelos y algunos no son precisamente novedosos, recientemente la empresa Parrot, especialista en drones, presentó el modelo POT que incluye sensores capaces de registrar los niveles de humedad y fertilizantes de la tierra, la cantidad de luz que recibe la planta, y que cuenta con un sistema de riego automático que se activa sólo cuando el agua es necesaria. Por lo demás, actúa en vínculo con una aplicación móvil que arroja notificaciones y datos sobre la salud de la planta. Como señalamos, ideal para los más perezosos, para jardineros olvidadizos, y también para los viajeros frecuentes.
Hacer la cama es una de las tareas más odiadas por perezosos y no tan perezosos. SmartDubet se postula como el paraíso para los que no son amigos de esta tarea hogareña. Se trata de una cama cuyas sábanas se tienden en forma automática y, por si fuera poco, permite regular temperaturas por sector (¡adiós a las discusiones de pareja por este tema!). Al momento circula como un proyecto en la comunidad de financiamiento colectivo Indiegogo.
Los más perezosos, tanto que no son capaces de mover una cuchara, puede acudir a los encantos de una taza que mezcla su contenido en forma automática (hay varios modelos, como el que aparece en este video); cepillos de dientes que no sólo son eléctricos sino que también colocan la pasta dental por cuenta propia; y la recientemente aparecida máquina de nombre WindowsMate que limpia ventanas con su cuerpo robótico.
Un estudio titulado The Halifaz Insurance Digital Home Index realizado en el Reino Unido arrojó un dato llamativo: un 45 por ciento de los encuestados admitió que prefiere llamar o mandar un mensaje con el teléfono móvil antes que ir a hablar con una persona que se encuentra en la misma casa. Si tomamos como ciertos estos datos no cabe más que rendirnos: la tecnología nos ha vuelto más vagos.